
Está claro que el concepto de muralismo ha cambiado mucho a través de los años, de la idealización de arte que trajo Pedro Nel Gómez en 1934 muy poco queda, el muralismo condicionado por lo que se cree es la estética, muy pocas personas lo ejercen y cuando lo hacen es en un lugar cubierto, en exposiciones, eventos o restaurantes, pero el muralismo callejero, el que pintan los artistas que no reciben nada a cambio no tiene límites, en cambio se desborda de acuerdo a la imaginación de cada uno, sin parámetros ni enfoques, sólo plasman lo que su interior quiera publicar. Es un arte con libertad, no tanta como ellos quisieran porque todavía, en pleno siglo 21 las personas creen que pintar en muros es vandalismo pero muchos artistas se han dedicado a mostrarle a la gente que no es un acto clandestino.
Camilo Monsalve se levanta a las 8:00 am para salir a pintar el muro de San Ignacio, en pleno Centro de la Ciudad. Acostumbra salir los domingos en las mañanas para que la gente deje de creer que el arte urbano es un acto vandálico, además porque ese día y a esa hora los transeúntes son pocos y los policías también, así que hay menos probabilidades de que interrumpan su hobby. Más que un pasatiempo, pintar muros se convirtió en una necesidad, se desahoga, se olvida de su cotidianidad. A las 9:00 de la mañana se encuentra con un amigo que lo acompaña a pintar, el muro está un poco rayado por otros artistas, pero todavía queda espacio para las pinceladas de Camilo y la Plaga.
El sector está casi solo, muy pocos transeúntes pasan de forma esporádica, Didier, un señor de 42 años que vive en la calle, se hace a un lado de Camilo y La Plaga, entre su hablado corrido transformado por el licor que tomó durante la noche anterior le agradece a los artistas que hayan llegado a adornar esa pared que según dice es de su casa. Didier está feliz porque tan siquiera ellos le están dando color a su vida.
No siempre pasa lo mismo, La Plaga cuenta que muchas veces, la gente les grita “desocupados”, “más desocupados ellos que esfuerzan su voz con un insulto”, dice entre risas La Plaga. Esta mañana nadie ha reprochado la manera de expresarse de estos artistas, las personas que pasan (diferente a Didier) han sido indiferentes con la obra de arte, ni insultos, ni policías y sólo un alago. Camilo ya está acostumbrado y prefiere que eso pase “de todas maneras esto queda aquí todos los días, entonces habrá muchos a quien les guste y otros a los que no, de todas maneras alteramos la cotidianidad de ellos”.
El silencio acompaña la pintada, la concentración de Camilo y La Plaga demuestra que para ellos pintar muros es como un retiro espiritual, no hay cervezas ni vino, en el suelo sólo hay pinturas, aerosoles y pinceles. Durante la tarde los transeúntes van aumentando, algunos curiosos se quedan observando por unos minutos mientras cada trazo deja un color en el camino, son las 3:00 pm y el sol comienza a dar paso a nubes grises y amenazantes truenos.
Va oscureciendo por la lluvia que se avecina y por la tarde que comienza a caer, Camilo y La Plaga durante las siete horas que pintaron, pocas veces hablaron ni siquiera percibían mi presencia ni la de la gente que pasaba. Didier se fue y se llevó el único alago que les hicieron durante la jornada. Camilo, La Plaga y yo nos vamos a coger Metro, cada uno se dirige a su casa a descansar después de una larga mañana y tarde.
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